martes, 24 de mayo de 2011

Pantera Negra, Torre de Cristal, Oscuridad (cuento II)

Hace mucho tiempo, cuando la noche era día y el día una simple idea, en las yermas tierras de la oscuridad nació un delicado ser. La última de las flores púrpuras de la desesperación se derramó inerte, calmada. Un llanto rasgo la eternidad, su tez refulgía bajo la noche, destellos pálidos y mortecinos de delicadeza astral resbalaban por sus mejillas, precipitándose cual lágrimas desde sus hermosos ojos, dos cuentas del más exquisito cristal jamás tallado, dos estrellas masivas a punto de implosionar... Ese día el equilibrio se rompió, la oscuridad comenzó a palidecer a su alrededor, pues con su despierta mirada engullía las tinieblas y alimentaba su negro corazón. La realidad, hasta inalterada, corría un gravísimo peligro, la pantera negra de ojos azules rugía con fiereza en su nuevo renacer. Tan fuerte fue el estallido elemental que las órbitas de los planetas temblaron y una estrecha fisura surgió en la Torre de Cristal.


Desde que el Caos sucedió a la Nada la Torre sirvió de hogar a los Guardianes Eternos, valerosos Warlocks encargados de salvaguardar el destino del Todo. Trece eran los guardianes, expertos en el fuego, la tierra, el aire, el agua y el vacío. Elementos vitales que pulsaban rítmicamente entrelazando los tejidos del Todo. Pero he aquí que solamente uno de ellos poseía la capacidad de mutar las tinieblas, comprender la oscuridad, Xandor del Ojo Argenteo, Mariscal de las Tinieblas y Señor de la Alta Magia. Tal y como cuenta la vaga leyenda que llegó hasta nuestros días, una vez reunido el Consejo, Xandor fue elegido entre el resto de hermanos para llevar a cabo la complicada misión de destruir a la malvada criatura. Mientras tanto, en las Arenas Negras de Éxilon una Pantera merodea ocultándose tras las dunas, sembrando el terror entre las pobres criaturas que por aquel entonces nuestros antepasados conocían como humanos. Desgarrados, degollados, cabezas cercenadas a dentelladas, miembros devastados como briznas de trigo en un campo de primavera, sangre y muerte cubiertas de arena, y tras todo esto, dos ojos, dos gemas azules sedientas de vida, sedientas de oscuridad. Los rumores no tardaron en llegar a lo más alto de la Torre, relámpagos de dolor que crujen resonando por los cielos, muerte en el viento. Xandor, lomos de su viejo dragón gris, surcó durante años todas las tierras de todas las existencias, diez planos elementales visitó, pero en ninguno de ellos puedo encontrar a su feroz enemigo, sólo restaba uno, el Mundo del Aire. Esto era un enorme problema, pues en estas tierras habitan las criaturas más mezquinas, tramposas y mentirosas del Todo. Seres ávidos de poder que no dudan ni un sólo instante con tal de obtener aquello que buscan. Especialistas en el arte de la ilusión, poderosos magos del engaño, dolorosos enemigos. No existía alternativa, así que el poderoso guerrero, rasgó el último de los muros del vacío para penetrar en la Tierras de la Mentira y afrontar su incierto destino.


La verdad es que no fue difícil encontrar a la Engullidora de Oscuridad, pues un sendero de luz corrupta plagaba las tierras cual baldosines etéreos de nula opacidad. La extraña senda lo condujo a un extraño bosque de piedra, el ruido había dejado de existir, al igual que el color, una extinción total de brillo plagaba la zona, y en lo alto de una escarpada roca se perfilaba la sinuosa forma de una mujer. Una melena de llamas rojas ondulaba en el aire que se consumía a su alrededor, era fuego puro que azotaba el viento como látigos de magma incandescente. Bajo la exuberante pira salvaje dos destellos de frío hielo oteaban la distancia clavándose en el rostro de Xandor, el cual comprendió que la gran batalla acaba de comenzar. La bella dama alzó los brazos y exhaló un poderoso gemido gutural, un millar de enormes pájaros negros rodearon su cuerpo, fundiéndose con su carne, cambiando, fluyendo, hasta que solamente existió una sombra felina de exageradas dimensiones, una enorme pantera que trotaba por la escarpada pared, amenazante, mostrando su boca llena de afiladas cuchillas blancas. Era extremadamente veloz, tanto que parecía ignorar la presencia del tiempo, todavía no sabemos si realmente era ella quien se movía, o por lo contrario era el universo el que se doblegaba bajo su voluntad. Lo que si sabemos es que en el primer envite la criatura arrancó de cuajo uno de los brazos del poderoso mago, pero éste también cobró su pieza, pues con furia berseker asestó un terrorífico tajo en el costado de la negra bestia. Ambos retrocedieron, tiempos eternos sucedieron a aquel primer choque. Asalto tras asalto los dos seres descargaron su rabia, su ira; y porque no decirlo, su desesperación. Los movimientos comenzaron a dejar de ser caóticos, los cuerpos danzaban como el agua torrencial por la arisca ladera de una montaña nevada, dientes, espada, garras, mordiscos... Finalmente, en un descuido del mago, que más adelante veremos que no fue tal, la pantera clavó sus dientes en la desprotegida garganta de su cansada víctima. La esencia manaba a borbotones, oscuridad en estado puro, sangre de la creación, nada parecido a lo que antes había alimentado a la negra pantera. Su cuerpo dejó de tener félidas proporciones, la cola se desvaneció, el oscuro manto dio paso a una fina capa de piel blanca y en torno a las afiladas fauces surgieron dos islas de jugosa carne, dos fuertes labios que presionaban el cuello mortecino de Xandor. La llameante melena se fue enfriando hasta caer calmada sobre el rostro del tembloroso caballero. La pantera se separó asustada, indecisa. De su boca manaba líquida negrura, resbalaba desde sus labios a sus senos perfectos. El mago se desplomó sobre una de las rodillas, tratando de detener la hemorragia con su única mano. Ambos se miraron, azul contra ámbar, oscuridad frente a oscuridad. Xandor, tras durísimos esfuerzos, consiguió levantarse, avanzando con pésima dificultad hasta su oponente que permanecía inmóvil frente a sus ojos. Asiendo su espada cual cayado se detuvo a escasa distancia de la sorprendida criatura, que aguardaba la mortal puñalada. Cuál fue su sorpresa cuando el guerrero la agarró por la nuca y besó fuertemente su boca ennegrecida. La oscuridad derramada, resbalaba antinatura desde el suelo al interior de sus bocas, llenándolos de vida y muerte, de odio y felicidad, de bien y de mal. El beso comenzó a consumirlos, a quemarlos, cual pavesas ardientes se petrificaron, dejando tras ellos un monolito de cenizas que estalló en mil partículas que cubrieron el universo, creando aquello que los antiguos humanos llamaban energía, pero que hoy en día conocemos con el nombre de Destino.

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