martes, 28 de diciembre de 2010
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domingo, 26 de diciembre de 2010
Cuentos para no dormir en Navidad
Según esta definición, el del nuestro coche no funciona. Os contaré cómo lo supimos.
Era la víspera de Nochebuena, ahí es donde comienza nuestro viaje, en las gélidas tierras leonesas desde donde nos dirigíamos hacia el inhóspito norte para pasar las fiestas navideñas. A la altura de Villamanín (obviamente se trata de un nombre falso para preservar la identidad del pueblo) comenzó a nevar. Con suerte, un poco más adelante llegamos a la altura de una máquina quitanieves que nos fue allanando el camino hasta que llegamos a la frontera, donde nos abandonó. En cuanto la pendiente cambió de sur a norte nos dimos cuenta de que el paisaje estaba cubierto con ganas y nuestro ABS dejó de funcionar y las ruedas se bloquearon, íbamos despacio pero la pendiente, del 17%, no ayudaba, así que después de pasearnos por el carril contrario acabamos en la cuneta, por placer, claro, no porque se nos fuera el coche. Así que nos vimos atrapados y sin poder poner las cadenas. ¡Ah, Puerto de Pajares, amante ingrato!
Al ir de copiloto me quedé atrapada por la montaña así que me quedé con el papel de teleoperadora. Primero llamé al 112 que me remitió a mi servicio de ayuda en carretera. Empezaron a pasar quitanieves hacia arriba y hacia abajo ¡claro, ahora! e incluso nos adelantó un todoterreno de la Guardia Civil, cuyos viajeros nos hicieron un gesto de que bajaban y volvían a ayudarnos. Aún estamos esperando por ellos...
Entonces, después de llamar a mi madre para preocuparla de mala manera y que me diera el teléfono de la grúa, me puse en contacto con ayuda en carretera, una chica la mar de agradable pero incapaz de localizar mi posición en un mapa. "¿Pero Pajares de Cuenca o de Guadalajara?" no, hija no, de Asturias, "por Asturias no me viene nada, si acaso Pajares de Lena, ¿será ese?" ... pues será. Tardó unos 40 minutos en saber dónde estaba la estación de esquí de Valgrande, ¡con el ordenador delante!
Menos mal que un amable Mr. Quitanieves nos sacó del atolladero. Le fuimos persiguiendo pero se nos escapó así que tuvimos que volver a la velocidad de crucero de 10 km/h para no acabar acunetados.
Saldo de la excursión: agujetas en los brazos del conductor, los nervios a flor de piel, una rueda torcida y el cabreo monumental por el pasotismo de las autoridades (por no ayudarnos y por no avisar de que eran necesarias las cadenas). Por cierto, tengo que agradecer a mi padre por ser tan buen conductor y a mi hermano que aún está recuperándose del frío en los deditos por intentar poner las cadenas.
Cita final: "La Guardia Civil solo se paran para denunciar", el Quitanieves.